TODO POR UNA HUEVERA
Hemos andado todo el día por el Rímac. La resolana agota, el tráfico marea, y ya al comenzar la tarde solo queda un lugar en la lista: El Rey de la Hueveras. Hacia allá vamos.
Hemos andado todo el día por el Rímac. La resolana agota, el tráfico marea, y ya al comenzar la tarde solo queda un lugar en la lista: El Rey de la Hueveras. Hacia allá vamos.
Escribe Paola Miglio
Hemos estado recorriendo el Rímac desde las ocho de la mañana. Sus Descalzos e iglesias, paseos y quintas, mercados y huariques. Aquel distrito que fuera antaño barrio de jaranas criollas interminables, tierra de afro descendientes (barrio de Malambo) y de imponentes casonas, trata de recuperarse a paso lento y, por lo que entendemos, seguro, gracias a los proyectos como el del Patronato Rímac. La resolana agota, el tráfico marea, y ya al comenzar la tarde solo queda un lugar en la lista: El Rey de la Hueveras.
Don Ricardo Heredia fundó El Rey de las Hueveras en 1987. El pequeño local de la ex calle 7 de junio hoy es un templo a este insumo maltratado y hasta ninguneado. Aquí no hay pared sin foto de don Ricardo con una celebridad, una condecoración o con un plato de hueveras fritas. Hasta antes de morir (este enero de 2014), él era quien recibía a los clientes, amable, seguro de lo que ofrecía. Hoy es su esposa quien toma la posta, Carmen Rivera, y quien mantiene esa amable tradición.
Contaba don Ricardo que con la propina en lugar de comprarse caramelos se compraba pan con hueveras a la salida del colegio. Que su abuela paterna las preparaba en distintas recetas y que desde que abrió su primer local, una cebichería frente al Estadio Nacional en Lima, se mandó a trabajar con ellas. Así comenzó a desarrollar una carta que las presentaba de distintas formas: arrebozadas, a la plancha, en sudado o al ajo. Luego se mudó a La Victoria y finalmente al Rímac. Hoy la carta también incluye otros platos con pescados y mariscos, pero las hueveras son las estrellas.
Llegan unas hueveras de bonito (solo trabajan con esas) a la plancha y el cansancio desaparece. La preparación desata un sentimiento que pensábamos imposible para ese día y a esa hora: emoción. Son tiernas por dentro y doradas por fuera. No se siente su granulosidad: la pulpa se ha convertido casi en un filete del más generoso pescado. Sin sabor penetrante a piedra, roca y mar, son más bien frescas, amables, dulzonas y jugosas. Las acompañan algo de ensalada, salsa criolla y un poco de arroz graneado. Hemos comido huevera toda la vida, pero así jamás. Aunque don Ricardo ya no esté, háganle honores a él y a sus panzas, y desde donde se encuentren, mándense con el viaje. Vale la pena.
El Rey de las Hueveras. Jirón Coronel Jarrín, 491 ex calle 7 de Junio, altura de la 7 Guardia Republicana, Rímac / T. 483-0414 / Horario: todos los días de 12:00 a 18:00 horas / Precio promedio de plato: S/. 20-24 / www.donricardoelreydelashueveras.com
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