CUANDO TENGO ALGO QUE DECIR: EL CELELE QUE TANTO QUISE VER
No, no basta un día en Cartagena, a Celele van a querer volver a probar toda la carta. Tremendo crecimiento, impecable círculo virtuoso.
No, no basta un día en Cartagena, a Celele van a querer volver a probar toda la carta. Tremendo crecimiento, impecable círculo virtuoso.
Escribe Paola Miglio (Ig @paola.miglio)
Hay una Cartagena fuera de las murallas donde los colores no están definidos y se entreveran con arte, proyectos sostenibles, comida sabrosa y mercados que revelan la vida cotidiana de una ciudad que no siempre es playa y Gabriel García Márquez. Ahí se encuentra Celele, el proyecto de Jaime Rodríguez que cada vez se vuelve más potente.
En Cartagena el calor no me molesta, el sofoco no harta. O al menos me invade menos, incluso en los días de alto voltaje. Fue uno de mis primeros retornos ni bien salíamos de pandemia, en ese tiempo en que las mascarillas seguían siendo obligatorias (al menos en teoría) y las pruebas covid se hacían para salir y entrar de casi todos los países. Cartagena me absorbió, rotunda, sabrosa y me sumergió en Montes de María, islas Barú y aviarios con hordas de flamingos rosados. Ahí, con cantidad justa de gente combinándose con casas de colores, encontré una nueva forma de respirar hondo y sin miedo, al menos no el de los meses previos.
Jaime Rodríguez volvía a ensayar ideas en su Celele, cocinó a varias manos y dejó fluir ese imaginario de coloratura audaz y sabores que saltan de sus paredes ni bien uno pisa su espacio en Getsemaní. Porque sí, hay más vida plena fuera de las murallas, barrios intensos de comercio, venta callejera, cantinas de esquina. No todo en Cartagena está hecho para el turista. Pero eso ya Jaime lo sabe y por eso se aventura a Bazurto con nosotros, un mercado revolucionario y crudo donde lo que vez es lo que hay. Donde se come de vianderas que cargan tradición nutrida por herencia familiar e histórica. Pescado frito, arroz con coco, camarón y caldos suculentos que se cuecen por tiempos infinitos hasta que llegan a la mesa para recalentar nuestros espíritus. Y luego las frutas, las panelas, los mariscos, los aromas y los olores que compiten. El caos, la belleza. El Caribe total.
Una vez escribí sobre lo imposible que era no inspirarse en Cartagena. Que quizá la ciudad fue una de las claves para la magia que logró García Márquez en sus libros. Nadie lo sabe a ciencia cierta, lo único que tengo claro es que Jaime Rodríguez la hizo su musa y por ella gestó y forma parte de una serie de proyectos (Montes de María y Granitos de Paz) que abarcan no solo cocina, sino además estudio de insumos locales, cadenas de valor, responsabilidad social, preocupación por el otro. La coherencia se percibe en cada plato con delicadeza. Su propuesta interrumpe floral y colorida y, mientras probamos cada uno de sus pasos entendemos cuánto avanzo desde ese 2021 pandémico y cómo se ha ido encontrando con cada parte de esta tierra que lo acoge. Porque si bien Jaime no es cartagenero, la comprende como si lo hubiese parido.
En vajilla que habla de otras latitudes colombianas, que amarra con sus creadores artesanos, se suceden frescuras como la ensalada de flores caribeñas que lleva nuez de marañón, verdes frescos de la asociación Granitos de Paz y vinagreta de flor de bastón del emperador de maracuyá; hay langosta con mote de nuez de orejero; pota y mejillones en escabeche costeño; pastrami de lengua; gallina criolla confitada; y postres de temporada. Todo se puede pedir en menú para compartir o a la carta. Los cócteles afinados acompañan balanceados; y los postres cierran con chocolate de Sierra Nevada, flanes, sorbetes de coco y flor y crema quemada de piña. El sorbete, con pomelo, nos desata recuerdos.
Traen la fruta a la mesa al natural: son gajos dulces y grandes de lágrimas que se revientan en cada mordida. Lo dulce, lo ácido, lo arrebatador del Caribe. Pido unas cuantas para comer en mesa, me robo otras para llevar al hotel y ahí, en soledad, en el pecado del hurto feliz, los pomelos y yo terminamos este festín tan honesto que Jaime compuso para nosotros.
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