UNA COSECHA DE PAPA: EL PRIMER MORDISCO
En el mes de festejos por el Día de la Papa (30 de mayo), recordamos las primeras faenas en la chacra: ¿a qué sabe una papa recién cosechada? Deliciosa crónica de Ketty Cadillo.
En el mes de festejos por el Día de la Papa (30 de mayo), recordamos las primeras faenas en la chacra: ¿a qué sabe una papa recién cosechada? Deliciosa crónica de Ketty Cadillo.
Crónica de Ketty Cadillo (@kettycadillo)
Había que levantarse temprano y aunque la verdad, debo confesar, eso nunca me gustó, los días de cosecha en mi casa eran algo especial…sobre todo el de la cosecha de papa. Era una fiesta que comenzaba antes de que alumbrara el sol, con el sonido que hacía mi madre moliendo rocoto con queso y huacatay en el batán. Todo para el gran almuerzo.
Luego de caminar casi 20 minutos, llegábamos a esa chacra ubicada en la rivera del Río Santa (Marcará, Carhuaz-Ancash). Aquel pedazo de tierra en la que mi madre y mi padre se empecinaban, mes tras mes, en cuidar y hacer productivo. Al llegar, lo común era encontrar ahí a Rafaela, a Vicente, a Colonia, rostros conocidos que trabajan esas tierras desde la época de mis abuelos. Ellos eran los encargados de armar, con piedras, el gran fogón donde se colocaba la paila para preparar el almuerzo del día… ¿El menú? Papa sancochada con rocoto molido con queso y huacatay. Sí, ese día comíamos papa hasta el hartazgo y sin parar.
Busco en mi memoria y la imagen de esa paila gigante, negra de tanto uso y de tanta comida cocinada en leña, es lo primero que viene a mi mente. También recuerdo a todos los trabajadores como figuras de colores, agachados pico en mano sacando las primeras papas de la tierra húmeda. Ese primer fruto era nuestra comida, la que una vez lavada en el arrollo cercano de agua cristalina se ponía a sancochar hasta que estuviera suave. Una vez en la boca, mezclada con el rocoto, sabía a una especie de puré. He tratado de explicarlo muchas veces, pero no tengo palabras para hacerlo. La sensación, el impacto, es único.
Y aquí vuelvo a intentarlo. ¿A qué sabe una papa recién cosechada? Quizá habría que decir que dependiendo del tipo de la semilla cultivada, el sabor cambia y que aquí, en esta experiencia, cuenta todo: desde la sensación de pelar la papa caliente con tus manos, el untar el pedazo que te llevarás a la boca con el rocoto y cuánto de picor puede aguantar tu lengua. Quizá el olfato, después del tacto, es lo que se despierta ante esta mezcla de olores a tierra húmeda – a eso que huele el suelo después de la lluvia-, a hierba fresca, a fruta verde, a leche. Aromas que una vez en tu boca se mezclan y piden con ansia más y más, porque ese sabor, que cómo dije antes, no lo volverás a sentir hasta la próxima cosecha.
Los días de cosecha son faenas largas, se comienza antes de que salga el sol y se termina antes de que se vaya. Poco a poco uno va viendo como los sacos de papa se van apilando listos para que el mayorista llegue a llevárselos. Recuerdo mucho a mi madre en este momento, su regreso a casa con lo justo, porque por lo general el precio de lo vendido solo daba para cubrir los gastos del tiempo de cultivo. Ella caminaba feliz, hablando en quechua con su gente y comentando la jornada. No he conocido aún mujer que ame más la tierra, que conozca de semillas, que sepa en qué tiempo se debe sembrar cada cosa, que disfrute tanto del proceso de cultivar… así muchas veces lo hiciera solo por no dejar, como ella decía, “las tierras tiradas”… como si el suelo necesitará de su ayuda para cobrar vida. Así.
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