DÍAS DE FUEGO
Se incendia el Amazonas, el pulmón del mundo. La despensa inagotable. La biodiversidad con mayúscula. Poblaciones y culturas. Están quemando nuestro futuro.
Se incendia el Amazonas, el pulmón del mundo. La despensa inagotable. La biodiversidad con mayúscula. Poblaciones y culturas. Están quemando nuestro futuro.
La Amazonia es sinónimo de naturaleza opulenta. Siete millones de kilómetros cuadrados repartidos en 9 países –Brasil, las Guayanas, Surinam, Bolivia, Venezuela, Ecuador, Colombia y Perú– que concentran el 30% de las selvas tropicales y el 30% de las especies de fauna y flora del planeta. Es el hogar de cientos de miles de plantas, animales e insectos diferentes. Para un explorador de los sentidos, un recorrido por Amazonas se parece al descubrimiento de una realidad aparte. Para un cocinero, es la garantía de una despensa inimaginable. Para cualquiera, belleza pura.
Hoy, parte de este pulmón del mundo arde: los terratenientes brasileños tienen piedra libre para quemar regiones boscosas barriendo con la biodiversidad, el suelo, la gente y la cultura del lugar.
El gobierno de Brasil es cómplice: redujo en un 95% el presupuesto ambiental y, según el Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales (INPE), ya hubo 73 mil focos de incendio en lo que va de 2019, un 82% más que en 2018. Y la deforestación se perfila como la peor de la historia.
Mato Grosso del Sur, Rondonia, Para, Acre, y Río de Janeiro son los cinco estados más afectados. Varias regiones ya declararon su situación de emergencia por alerta ambiental y la nube de humo negro avanza como un cono de sombra sobre Argentina, Uruguay, Perú y Bolivia.
Las consecuencias dan pánico. La quema y la deforestación disminuyen el caudal de los “ríos voladores”, corredores aéreos de vapor que generan las lluvias que calman la sed del continente. Si la flora desaparece y las temperaturas aumentan, tendremos una crisis hídrica sin precedentes. El infierno en la tierra.
Cuando rastreamos el origen de este ecocidio, todos los caminos conducen al agro negocio, un esquema que sostiene al sistema productivo del capitalismo. No tiene límite: arrasa incluso con Unidades de Conservación y territorios indígenas para hacerle espacio a la soja y a las vacas.
Aquí y allá el agro negocio impone cultivos que nadie necesita y que alimentan solo a la industria. Aplica venenos para garantizarlos. Desplaza a los campesinos del campo. Crea desiertos donde había paraísos.
Su verdad se sostiene con mentiras. Insiste en la excusa del hambre para fabricar “alimentos” a escala demencial, cuando somos 7.500 millones de personas y disponemos de comida para 12.000 millones. Lo más escandaloso es que un tercio de esa comida se tira.
De lo que se trata entonces es de distribuir mejor los panes en esta costra terrestre. De abandonar esta dieta basada en una receta amarga: cada vez menos para cada vez más. Cada vez más para cada vez menos. La voracidad de las llamas no se compara con la de las corporaciones.
La selva arde, nuestro corazón llora. Nos están quemando el mundo.
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