ARRANCA MOMENTO: NILDA, LA TEJEDORA
El 16 de febrero arranca Momento. Durante tres días, científicos, artesanos, productores, agricultores, cocineros e investigadores se reunirán en Cusco.
El 16 de febrero arranca Momento. Durante tres días, científicos, artesanos, productores, agricultores, cocineros e investigadores se reunirán en Cusco.
Escribe @paolamiglio (Instagram @paolamiglio)
El 16 de febrero arranca Momento, organizado por Mater Iniciativa. Durante tres intensos días, científicos, artesanos, productores, agricultores, cocineros e investigadores se reunirán en la Hacienda Urubamba de Inkaterra, en el Valle Sagrado de Cusco, para dialogar y compartir sobre gastronomía y todo aquello que la rodea. Hoy comenzamos a conocer las historias de algunos de sus participantes, como Nilda Callañaupa, tejedora y directora del Centro de Textiles Tradicionales de Cusco
La mamá y la abuela de Nilda Callañaupa eran tejedoras. Nilda no tejía, pero llevaba a pastar a las ovejas al campo y ahí le nació la idea de seguir con la tradición. Así, la locura del textil además de entrar en su cabeza, entró en su corazón. Con ella recorremos el Centro de Textiles Tradicionales de Cusco: algunas mujeres maniobran los telares sentadas en el suelo, otras organizan, Nilda camina por el amplio galpón y pasa sus manos delicadamente por cada una de las piezas que cuelgan de las paredes. Las reconoce por diseño, color, textura. Nos dice de dónde provienen. Luego coge un manto azul celeste y se cubre con él los hombros: para la foto, nos dice. Sonríe.
Pueden leer todas las historias de Momento aquí: Siwarcito, el arpista; El Huerto de Inkaterra; El Cañazo del Valle Sagrado; Sierra Productiva, colaboración y empoderamiento.
El centro textil está en la ciudad de Cusco y nace gracias a una iniciativa de las tejedoras de Chinchero. Nilda Callañaupa empezó a interesarse en los tejidos a finales de la década de 1970, cuando tenía unos 20 años. Este arte se había dejado en manos de las ancianas o adultas tejedoras y fue entonces que empezó a recuperar la tradición. Fue juntando a señoras tejedoras o que alguna vez habían tejido y el resto es historia. “La idea del proyecto nace en los noventa, cuando regresé de estudiar turismo en Estados Unidos, conocí a mucha gente y la pregunta surgió ¿cuál es el siguiente paso? Lo de Chinchero estaba un poco más avanzado y creamos el Centro Cultural de Chincheros; luego trasladamos todo a Cusco para fomentar una mayor integridad.
¿Cuántas tejedoras había en ese momento? Estábamos empezando, entre 1994 y 1995, seguramente, habría como 200. Chinchero fue el núcleo, luego se incorporaron otras comunidades y ahora somos como 10 en total de los alrededores de Cusco, y 600 tejedoras están involucradas con el centro.
¿Cómo ha ido interesándose la gente en los tejidos? Sospecho que la mayor atracción para la gente joven es el buen impacto que el poryecto tuvo en Chinchero, como para abrir el ojo, el oído y todo. El efecto se ha extendido a nivel regional. Ahora, entonces, hay una muy buena práctica, además de que lo económico atrae porque las jovencitas pueden generar ingresos. También hay jóvenes que tejen, no en Chinchero, pero sí en otras comunidades.
¿Cómo manejan los estilos entre comunidades? Hay un control de calidad. Cada uno tiene su propio estilo, pero funcionan bien como grupo. La iconografía, diseños, colores, tamaños y calidad, además de las técnicas, son las de siempre, que se han heredado de generación en generación. Algunas, son incas y otras coloniales. Actualmente tenemos tres libros que recopilan nuestro trabajo, el cuarto está por salir, es un poco más técnico. Tenemos bastante documentación oral, porque el objetivo principal es el rescate, lo que significa que tienes que hacer investigaciones sobre todo lo que ha desaparecido y después contratar a las ancianas para ellas enseñen todo a las nuevas generaciones.
¿Sientes que las mujeres de tu comunidad han cambiado luego de la experiencia en la asociación? Sí. Hay viudas en nuestro grupo, por ejemplo, también tenemos personas que sufrían maltrato piscologico y tenían baja autoestima. Entonces se nota el cambio. Hay historias bien claras: su educación ha mejorado, su casa definitivamente se ha transformado. Esa es la parte positiva. La negativa, quizá, es que por falta de tiempo hemos abandonado un poco a los esposos y el trabajo en la chacra. Algunos se quejan, pero la mayoría apoya. Es un compromiso familiar también.
Pero, en cierta forma, esto también ayuda a que estas mujeres tengan una relación mucho más balanceada, ¿no? En la que el hombre y la mujer tienen roles igual de importantes. Definitivamente. Al comienzo la diferencia era un poquito más grande. Hoy el entendimiento con los esposos es mucho más agradable, se podría decir. No estoy diciendo que hemos resuelto el 100% de los casos de maltrato, pero por lo menos entre mujeres se apoyan, se dan mucha más fuerza y tratan de solucionar sus temas.
¿A qué apuntan ahora con esta asociación? ¿Han pensado que sería bueno replicarla en otras partes de Cusco? Nuestro mayor problema, que no es nuestro objetivo principal, es la parte comercial y odio esa parte, honestamente (risas). Pero entiendo que también es muy importante para las tejedoras, porque si eso no pasa ellas van a dedicarse a otra cosa. Necesitan soluciones inmediatas para la alimentación de sus hijos y todo lo demás. Entonces ahí está nuestro cuello de botella. Si tuviésemos más oportunidad para vender estos tejidos de calidad, porque realmente son de calidad, entonces sumaríamos muchas más comunidades.
¿No es suficiente con los centros de Cusco y Chinchero? No, no es suficiente. Lo que pasa es que cuando tú capacitas a cierta cantidad de personas en años la producción crece. Ahora, por lo menos, siete y ocho están en su máxima capacidad. Ellas van a hacer lo que quieras, cuando quieras y la cantidad que quieras.
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