MUNDO DE MANGLAR: SAN PEDRO DE VICE
Acompañemos a Virgilio Martínez y Mater Iniciativa con esta crónica en la búsqueda y descubrimiento del mundo de manglar.
Acompañemos a Virgilio Martínez y Mater Iniciativa con esta crónica en la búsqueda y descubrimiento del mundo de manglar.
Escribe Virgilio Martínez / Mater Iniciativa
Acompañemos a Virgilio Martínez y Mater Iniciativa con esta crónica en la búsqueda y descubrimiento del mundo de manglar.
A veces, en la constante búsqueda de especies para incorporar a nuestra aventura gastronómica, vamos a parar a áreas protegidas en las cuales, más que hacer un uso directo de los recursos, nos dedicamos a observar y a aprender de los productos y de aquellas personas comprometidas con estos. Fue lo que sucedió en los manglares de San Pedro de Vice, un ejemplo inmejorable de oasis en el desierto. Ubicados en la provincia de Sechura, Piura, su existencia en aquella zona aridísima pareciera ser un acto de completa terquedad de la naturaleza. Como se desprende de su nombre, un manglar es un tipo de bosque formado por mangles (arbustos de raíces aéreas que pueden crecer en zonas de agua salada). Podemos encontrarlos en zonas anegadas de las costas tropicales, ya que se nutren del agua de mar o de su combinación con el agua dulce de los ríos que van a desembocar al océano. Este último es el caso de los manglares de San Pedro, en donde el agua del río Piura confluye con la del Océano Pacífico, lo que genera un ecosistema único. Así, el manglar sirve de albergue a una gran variedad de especies.
Salimos temprano de la ciudad de Piura en compañía de Karlom, biólogo de profesión y nuestro guía para la presente aventura. De camino, nos iba contando la historia del manglar al que nos dirigíamos, considerado el más sureño del continente americano. Para acceder nos valimos de taxis y mototaxis. Atravesamos valles, campos de cultivo y anduvimos un rato por una carretera casi vacía flanqueada por esporádicos árboles de algarrobo. Después, comenzó la larga trocha que no parecía llevar a ningún lado, pues donde quiera que miráramos solo había arena. Ya cuando casi perdíamos esperanza, fue que los primeros mangles aparecieron para romper con la monotonía del paisaje.
Después de caminar unos metros bajo el sol inclemente de Piura del que Karlom nos había advertido, quedamos maravillados con el espectáculo que las aves habían montado para nosotros como oda a la biodiversidad: gaviotas, pelícanos, flamencos, garzas, cormoranes, entre muchas otras, estaban allí por la misma razón que nosotros: llegaron en busca de especies marinas, muchas de ellas en su ruta migratoria procedentes del norte del continente…. la crónica completa la pueden leer en Mater Iniciativa.
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