ATLANTA EN 5 PASOS
Nos fuimos un día y medio a Atlanta: esta es una breve crónica de nuestras cuatro comidas y un festival de la quinua. Sabor por todos lados.
Nos fuimos un día y medio a Atlanta: esta es una breve crónica de nuestras cuatro comidas y un festival de la quinua. Sabor por todos lados.
Escribe Paola Miglio (Twitter @paolamiglio)
En Atlanta pasa de todo. Se come delicioso, la gente es amable, la vida es tranquila. La historia fluye sin prisa. Y allí, en el sur de unos países más grandes del mundo, la quinua peruana se sigue abriendo paso. Sí, la nuestra. Esta es la crónica de un día y medio en una de las ciudades más importantes de Estados Unidos. Hay datos para almozar, cenar, tomarse un trago y desayunar. Además, para aprender sobre nuestro grano, siempre con sabor peruano.
Aterrizamos temprano. Hemos viajado toda la noche para llegar a Altanta, nos esperan cuatro comidas y un festival. Un breve paneo de la ciudad y un viaje intenso con un trote bravo que solo se justifica por el sabor, la atención y un festival en donde la quinua y nuestro chef peruano Flavio Solórzano son los protagonistas.
I
LA BIENVENIDA
La primera parada es Marietta Diner (www.mariettadiner.com). Un clásico entre los locales donde las porciones son gigantescas y las frituras bien hechas. Y es que estamos en el sur de Estados Unidos, y acá hay mariscos y pollo. Bien marinados. El lugar pertenece a una familia de griegos que poco a poco fueron dominando el arte y hoy está reventando desde el desayuno (abre 24 horas), cuando ofrecen clásicos panqueques y huevos con tocino. Acá no hay modernidad, todo es a la antigua. Todo destila onda casera. La mesa grande se llena pronto de platillos: sopa de papa, muy bien hecha, cremosa y del tamaño perfecto para solo abrir el apetito; un piqueo de frutos de mar (langostinos, calamares); pollo frito y jambalaya de mariscos, plato bastante típico de la cocina cajún. Hay postres, tortas festivas y gigantes y balkava, por supuesto. Precio promedio por plato de fondo US$ 20.
II
EL FESTIVAL
Flavio Solórzano se ha adueñado un sector del gigante comedor estudiantil de la Kennesaw State University. Gran conocedor y autor de libros como Ayara, madre quinua, es el chef invitado del Festival de la Quinua, organizado por el Consulado del Perú en Atlanta junto con la universidad, para mostrar la versatilidad de este insumo, hoy, del mundo. Son cerca de las tres de la tarde y hay jóvenes por todos lados, cónsules latinoamericanos, profesores y reporteros. Lo interesante es que en este vasto espacio, plagado de comida rápida y de otro tanto preparado al estilo casero, hay además opciones saludables y dentro de ellas, tres o cuatro ensaladas diarias hechas con el grano (probablemente la oferta es mucho mayor a la que tenemos en las casas de estudio peruanas e, incluso, que en las casas peruanas). Luego de las presentaciones oficiales, comienza la demostración. Solórzano lleva ya una semana en la universidad explicando los beneficios del producto, de la mano del KSU Institute of Culinary Sustainability and Hospitality de Atlanta. “Estamos tratando de recuperar la cocina alrededor de la quinua”, comenta. Lo primero que hace es un cebiche caliente, donde las texturas se mezclan y se animan. La suavidad del pescado, la crocancia del grano. Luego, una leche de quinua con aceite de coco y azúcar. El toque dulce lo dan una suerte de pequeños muffin de quinua negra con chocolate: húmedos, intensos, encantadoramente bitter. Una delicia. Finalmente, un plato que todos le piden y con el que cierra un didáctica presentación: lomo saltado. Se lo pelean. Hay aplausos, sonrisas, probandera y una promesa local de visitar nuestras tierras. Hay encuentro. Ese que nos gusta.
III
LA CENA
Tres. El día ha sido bravo. Comienza a caer la noche y salimos del centro de estudios. Está ubicado entre bosques, así que el otoñal encanto de los alrededores invita al paseo, al respirar hondo y llenarse los pulmones de aire limpio, hierba mojada por una breve lluvia. Nuestra tercera parada, la cena nocturna, será en un bar. Ya hemos hablado de él alguna vez, pero hoy es necesario mencionarlo porque mezcla la usanza BBQ con la tradición inglesa. Se llama The Manchester Arms (www.themanchesterarms.com), queda cerca al aeropuerto y, desde el estacionamiento, se huele la leña y el ahumado del patio trasero donde se cuecen chuletones de cerdo, t-bones y otro cortes. Los platos son, por demás, generosos. La sazón es buena. Y para acompañar alitas, sheperd´s pie y papas fritas con queso gruyere y cerveza artesanal. Queremos al Manchester. Nos hemos enamorado de él. Precio promedio por persona US$ 30.
IV
EL DESAYUNO
Bingo, hora del desayuno. La mejor del día. Toca West Egg (www.westeggcafe.com). Se promociona como el mejor desayuno de la ciudad, y solo podemos decirles que no está nada mal, solo porque no hemos comido otros y no podemos comprar. Todo, como siempre, en versión XL. Desde la taza de humeante café americano, calientito, reconfortante y de aroma exquisito. Eso basta para levantar el día. Luego, los huevos benedictinos Giorgia con salchichas de pavo, salsa y papas con ajos rostizados. Típico. Un biscuit delicado y mullido, relleno de queso cheddar con crocante tocino y ya. Para la próxima reservamos los scones y los tomates verdes fritos en wraps (sí, los mismos de la peli). Abren desde el desayuno hasta las cinco de la tarde. Precio promedio por persona US$ 15- USU$ 20.
V
EL VUELO FINAL
Viajamos en Delta (www.delta.com) y acá fue la sorpresa final. Una cena tempranera que hizo que la mitad del viaje se pase en un abrir y cerrar de ojos. Porque sabemos que, por lo general, la comida de avión no es la mejor, es que acá se han esforzado para plantear un menú más cuidado. Para el caso de primera clase este se extiende y se acompaña con un maridaje de interesantes ejemplares elegidos por la sommelier Andrea Robinson que incluyen el Sonoma-Cutrer Russian River Ranches Chardonnay (California, 2013), Errazuriz Sauvignon Blanc (Chile), Champagne Jacquart Brut Mosaïque (Francia) y el Château de Lussac (Francia 2007), entre otros. Además, la chef para los vuelos a Sudamérica, Michelle Bernstein, trata de incorporar sabores latinos y trabaja muy de la mano con las estaciones, con productos frescos que la temporada manda. Lo interesante de esta aerolínea es que incorporan productores locales, así que varios de los insumos ofrecidos dentro de la propuesta son artesanales. Esto no solo se reserva para primera y ejecutiva, sino que se extiende también a clase turista. Ahí, entonces, se marca la diferencia.
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