YA VAN 10 MASTICARES
LA décima edición de Masticar fue una propuesta ordenada, organizada y deliciosa: con todo el enjambre de chefs argentinos, estrellados y enlistados o no, atendiendo personalmente sus puestos.
LA décima edición de Masticar fue una propuesta ordenada, organizada y deliciosa: con todo el enjambre de chefs argentinos, estrellados y enlistados o no, atendiendo personalmente sus puestos.
Escribe @paola.miglio
Ferias hay muchas. Ferias en Latinoamérica también. Pero lo que encontramos en esta décima edición de Masticar fue una propuesta ordenada, enclavada en medio de la calle, organizada y, lo principal, deliciosa: con todo el enjambre de chefs argentinos, estrellados, enlistados o no enlistados, atendiendo personalmente sus puestos.
No han pasado ni 10 días y aún el recuerdo de la más reciente edición de la feria Masticar (Buenos Aires, Argentina) conduce a la reflexión por su armado correcto, buena ejecución y fluidez. De fácil acceso, levantada en medio de uno de los distritos neurálgicos de la ciudad (Palermo), se aprestó a recibir durante cuatro días a cientos de visitantes que la poblaron felices. Hubo asado, platos con vegetales, ostras y hamburguesas de chefs con estrellas Michelin. Hubo restaurantes en pareja atendiendo y sentimiento de comunidad. Más allá de las diferencias e individualidades, los masticares se pusieron la camiseta y atendieron, enlistados o no, a sus hambrientos comensales: cocineros, dueños de restaurantes, jefes de cocina, siempre con sonrisa y buena onda. Hubo contacto cercano con el público, que se extendió a un mercado muy bien ejecutado (lo llevó por muchos años Mariano Ramón de Gran Dabbang y hoy está a cargo Cora Rezk), con productos artesanales de excelente calidad: sidras de manzana y pera, papeles encerados para reemplazar el film en la cocina, dulces de leche, alfajores caseros (unos de higo y nuez maravillosos), aceites de oliva, aceitunas, quesos, vegetales frescos y un guiño a la Patagonia y sus insumos que recorrió la columna vertebral del espacio.
Casi a la entrada de la puerta central, el puesto de Perú organizado por la Embajada de Perú en Argentina (junto con la Perú Week que se llevó a cabo hasta el 26 de agosto en toda la ciudad). El país invitado, flanqueado por los quiscos de venta de vinos locales en copa, casi en esquina con el despliegue de Tanta y La Mar, que bajo la batuta de Gustavo Montestruque, se unieron para servir de casa a los chefs que llegaron a cocinarle Perú a Buenos Aires. Ahí estuvo Mónica Huerta (La Nueva Palomino, Arequipa) con batán en mano y una ocopa que bañó delicada su pastel de papas; Martha Palacios (Panchita, Lima) que se arriesgó con una carapulcra de trigo (ya en carta oficial); Coco Tomita (Shizen Barra Nikkei, Lima) con un tiradito de conchas; y José del Castillo (Isolina, Lima) con su ají de gallina. Completaron la oferta suspiros, tres leches, cebiches, arroz con chancho, entre otros ofrecidos por el batallón Acurio. Mientras tanto, Jaime Pesaque (Mayta, Lima), se unió con Gabriel Oggero de Crizia (Buenos Aires) para cocinar un menú primero y luego compartir puesto y ponencia. A los estrados también se subieron Tomita y Del Castillo, Palacios y Huerta.
El trabajo en comunidad fue recompensado con una notable asistencia. Dos charlas potentes: aquella generada por Narda Lepes sobre mujeres en la cocina y en la que junto con Natalia Gherardi, directora del Equipo Latinoamericano de Justicia y Género; la abogada Tamara Novakovish y la bartender Inés de los Santos, se habló de manera frontal y cruda (como tiene que ser) del acoso en la cocina y las posibilidades, protocolos y canales de denuncia. Así como de las acciones que deben tomar los restaurantes y cocineros cuando surge una situación incómoda entre sus colaboradores. ¿Otra? A cargo de la sous chefde Mirazur, Florencia Montes, argentina que arrasó en el escenario junto con Mauro Colagreco (tres estrellas Michelin y primero en la lista mundial de los 50 Best). Luego la foto grupal: un equipo que le puso sabor y presencia a una ciudad que crece notablemente en propuestas gastronómicas. Argentina ya no solo es carne y vinos. Quedan, claro, y cada vez con mejor desarrollo, pero ahora el desafío es más grande: hay más, mucho más. Quedamos expectantes para lo que se viene.
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