Con un espíritu renovado y sabores que son familiares, Casa Colina se ha consolidado en el límite de Surquillo y Miraflores como el nuevo spot para los amantes de la cocina peruana.
El límite entre Surquillo y Miraflores se ha convertido en el nuevo espacio que acoge a diversos conceptos culinarios. Esa parte del distrito ya era conocida por ser el lugar ideal para encontrar buenos anticuchos, emolientes y cocina de mercado, a los que poco a poco se ha sumado una amplia oferta de propuestas, desde picantería, cocina criolla, cebicherías, panes artesanales hasta dulces británicos. Nos detuvimos en uno de estos restaurantes, Casa Colina, para conocer su renovada carta.
Hace casi dos años, Juan José Mariátegui, Paul Murphy y el arquitecto Weninger Inuma apostaron por abrir un restaurante de manera repentina y lo asumieron como un gran reto. En el tiempo que llevan operando, Casa Colina ha atravesado una metamorfosis que la llevó a ser de una anticuchería a un steakhouse y, ahora, a una propuesta mucho más aterrizada: cocina peruana moderna. “Estamos encontrando nuestro propio camino”, explica Mariátegui.
Inicialmente, el restaurante surgió como una anticuchería clásica. Sin embargo, en una zona donde ya existen negocios similares bien posicionados, destacarse fue un reto. Es cuando deciden incursionar como steakhouse con maridaje y una cava de vinos 100% peruanos. A pesar de ello, el camino del restaurante terminó enviándolos a otra parada: la comida criolla. De esta larga travesía de sabores, algunos platos permanecieron intactos en la carta. Uno de ellos es, por ejemplo, el choclo con queso de la casa, entrada que ha acompañado al restaurante desde su apertura; o las tortitas de choclo, ícono norteño que se niega a abandonar la carta. Otros símbolos de la historia del restaurante son los anticuchos, que sufrieron un ligero cambio en su marinado, y una magna hamburguesa de la época en que eran steakhouse.
Los nuevos platos de la carta no son menos sorprendentes. Toda una variedad de opciones marinas aterrizaron en el menú de la mano de Misael Calderón, el nuevo chef del restaurante, quien en un mes y medio logró darle forma al nuevo concepto del lugar. El atún acebichado y el cebiche colonial son unas de las nuevas opciones disponibles. Ambas mantienen un aire norteño que se identifica por su acompañamiento de las clásicas tortitas de choclo: doradas, crujientes y con un punto dulce. Otro fondo bien logrado es el sudado de pescado, que llega a la mesa caliente y jugoso, con una base trabajada con loche, ajíes asados y chicha de jora. Las porciones son generosas, como para pedir varios platos y compartir en grupo. Además, para armonizar, han optado por expandir su carta de vinos abriendo espacio para etiquetas internacionales. Países como Francia, Italia, Argentina y Portugal son algunos de los presentes en la cava, aunque siempre existirán opciones peruanas, incluyendo las trabajadas con uvas patrimoniales. “La idea era ampliar la carta para llegar a más paladares y que cada vino descorchado sea una grata experiencia para los clientes”, explica Jonathan Rojas, gerente de operaciones.
El ambiente del restaurante es amplio, con un toque rústico que le da personalidad. Está ubicado en una antigua casona del distrito que, en un inicio, funcionaba como almacén. Las decoraciones metálicas en los techos y paredes son piezas que formaban parte de la casa, la cual fue deconstruida por Weninger Inuma para poder convertirla en lo que actualmente es: un espacio para el goce y el encuentro. La cocina abierta le da un aire familiar al asunto, permitiendo a los visitantes sentir el aroma de sus pedidos desde los fogones hasta que llegan a la mesa.
Luego de dos años en el tablero, los socios de Casa Colina sienten que están llegando a un buen puerto donde establecerse y seguir desarrollando su propuesta. “Me gusta mucho la energía que estamos cultivando. Es un espacio donde podemos ser creativos, probar nuevas ideas y seguir creciendo”, comenta Juan José. A futuro, Casa Colina desea consolidarse para poder replicar la propuesta y expandirse llegando a más comensales. “Siento que estamos trazando una línea muy interesante para lo que puede ser este proyecto”, puntualiza. Apostar por la calidez y la sazón de hogar con presentaciones armoniosas parece ser el camino correcto para este restaurante en evolución constante. Si los visitan, esperen cocina generosa, correctamente condimentada y sabores caseros con un estética apetitosa.
EL DATO
Casa Colina está en la calle Narciso de la Colina 674, Surquillo. Horario: todos los días de la semana, de domingo a jueves desde las 12:00 a 18:00 horas y viernes a sábado de 12:00 a 23:00 horas. Reservas vía web.
Ubicado a una cuadra de Miguel Dasso, el local siempre activo de James Berckemeyer logra ofrecer una comida confortable con un quiebre que eleva el estilo.