MOMENTO: SIERRA PRODUCTIVA, COLABORACIÓN Y EMPODERAMIENTO
Sierra Productiva es una ONG que ha logrado importantes avances combinando el conocimiento ancestral con nuevas técnicas.
Sierra Productiva es una ONG que ha logrado importantes avances combinando el conocimiento ancestral con nuevas técnicas.
Escribe @paolamiglio (Instagram @paolamiglio)
Dos de los grandes protagonistas de Momento Cusco son Francisco Quico Mamani y Trinidad Mamani Cascamayta. Ellos han logrado convertir su pequeña chacra, a orillas de un lago, en ese hogar al que todos quieren volver. El apoyo de Sierra Productiva fue importante, una ONG que ha logrado importantes avances combinando el conocimiento ancestral con nuevas técnicas, ayudando de esta manera a los pequeños agricultores a desarrollar una economía estable de subsistencia, abierta hacia una economía de rentabilidad.
Trinidad tiene su cocina abrigada por la sombra de los árboles. Hace ya casi tres años que ella y su familia comparten con Virgilio Martínez y su equipo, quienes los visitan para observar, verla cocinar, subir al monte y cosechar juntos hierbas, cushuro (Nostoc Commune) y raíces. El cariño que se tienen se dispara en un abrazo grande cuando se ven. Cada uno sabe que este no es un encuentro breve de un par de horas, sino una amistad duradera. Una admiración mutua. Trinidad tiene los ojos pequeños, la mirada cálida, las manos tibias y sabias. Con ellas prepara la uchucuta que hoy comeremos con la huatia, en ese batán hermoso que el tiempo y el roce de las piedras han sabido amoldar. Un poco antes, nos invita té con hierbas que ha recogido de su huerta, donde también crecen rosas, lechugas, beterragas…. En la mesa hay cancha crocante y queso, y una selección de los distintos tipos de maíz que se encuentran en la zona. Trini, como le dicen, se acomoda bajo el tumbo para que le haga sombra y comienza a moler sachatomate, rocoto, maíz tostado, ají y huacatay. Antes usaba una hierba llamada chijchipa, más sutil que la primera. “Para la huancaína –confiesa-, le ponemos tarwi (Lupinus mutabilis)”.
– Tienes todo acá, Trinidad. ¿Qué necesitas de la tienda?
– Aceite y azúcar. Nada más. Tengo mis parcelas. Ahora están preñadas mis vacas, tengo dos. Y un torillito. Antes mi vida era triste, el trabajo de la comunidad era rotativo. Pero luego cambió todo y cuando hay plantas, te da vida, te da alegría.
La transformación a la que se refiere Trinidad llegó con Sierra Productiva, propuesta en la que federaciones y asociaciones son las protagonistas y reciben capacitaciones del Instituto para una Alternativa Agraria (IAA), ONG que incentiva el desarrollo de hortalizas, cuyes, lácteos y artesanías, según las zonas y sus recursos. A Chahuay llegó a fines de los ochenta y así comenzaron a reflotar la comunidad. Trinidad cuenta que cuando van al campo a trabajar llevan coca y chicha y que antes de tomarla siempre se la ofrecen primero a la tierra. Es importante hacer lo que tus padres, es importante la tradición. Trini es consciente de su riqueza. Dice que han despertado de un largo aletargamiento. Que hasta invernadero fitotoldo tiene, agua de manantial, compost orgánico. “Estamos bien. Hay una laguna grande, hay pescado para comprar. Cuando está en veda, tenemos gallinas, cuy, vacas lecheras. Usamos insecticidas naturales que preparamos con las mismas hierbas. Nuestras papas no pierden ni sabor, ni color, mantenemos nuestras semillas como fueron siempre”.
FRANCISCO
El amor y la relación con la agricultura y ganadería de Francisco se remontan a su niñez. Sus padres le enseñaron a respetar la Pachamama porque ella es la que protege, la que guarda y ante la que todo florece. “Hay que cuidarla. En el apu (montaña en quechua) Vilcacayu están las vicuñas que tenemos en este sector –cuenta–. En ese otro – señala con la mano–, aquel de donde sale el sol, vive el puma, el venado, la vizcacha”. Francisco está apoyado en uno de los muros de adobe que separa su chacra de la ribera de la laguna. Nos invita a caminar hasta el borde mientras las papas se cuecen en la huatia. Hay tiempo.
Avanzamos cuidosamente, el camino es irregular. “Están volviendo los sapitos”, comenta. Parece que por largo tiempo desaparecieron porque no había qué comer. Y mientras más nos acercamos, se humedece todo, la brisa golpea la cara, se siente la vida. Pedro, quien se dedica a pescar en la zona, nos acompaña. Sale en las mañanas por grandes pejerreyes y carachi (Orestias luteos) que luego venderá en el pueblo. O quizá intercambiará por algunos vegetales recién cosechados. Antes había más, obvio. Pero lo que hay en la actualidad alcanza para los almuerzos de diario y los buenos banquetes de celebración.
El calor que aumenta y los vientos huracanados cambiaron rutinas. Ha tenido que haber una suerte de reformulación de su relación con la naturaleza. Un reconocimiento. Un aprender distinto que aquel que les cambió la vida en 1989, cuando llegó Sierra Productiva, cuando comenzaron a sembrar árboles e instalaron el riego por aspersión. “Mi casita fue la piloto. En aquellos años había mucha hambruna y con estos trabajos de hortalizas hemos cambiado. Cada año tengo que plantar entre 400 y 500 arbolitos. Eso es valioso. Significa vida, si no hay árboles, la vida no creo que pueda existir”, afirma Francisco.
DORINA
Dora Arapa Quispe, o Dorina, como la llama Trinidad, es la hija de una vecina. Se ha vestido de fiesta, de colores rosados intensos que hacen juego con sus mejillas y sus 20 años. Ella estudia gastronomía en Sicuani y acudió al llamado de Trini para que la ayude a cocinar. Selecciona los ingredientes, camina rápido de un lado para el otro, hace torrejas, tamalitos, caldo de cabeza, ayuda a colocar el cuy en el horno. En el almuerzo previo a la célebre huatia, todo está organizado al milímetro. El maíz es uno de los ingredientes claves, el sustento. La papa acompaña. La proteína festeja.
Dorina se va todos los días a clases. Sale seis y cuarenta de la mañana y llega casi una hora después a su centro de estudios. A la una termina y se queda hasta las dos haciendo su tarea, porque en Chahuay no hay Internet. En su escuela aprende recetas nacionales, internacionales, panadería, coctelería… son 22 alumnos y la mayoría vive en Sicuani. Dice Dorina que le gusta cocinar y que quisiera incorporar los productos orgánicos de su zona en las preparaciones típicas. Esas que aprendió con su mamá desde pequeña: olluco, guiso de tarwi, pepián de cuy o enrollado, sopa, causa o picante de quinua. Dorina nota que las cosas han cambiado. Reconoce cómo su mamá la sacó adelante como han hecho casi todas las madres de la zona: cuy paga estudios. Valora las semillas que llegaron con las ONG porque mejoraron su economía (brócoli, lechugas, repollos, acelga). Las guarda con celo. Admira la pesca de su padre. Y cuida con esmero las hierbas andinas que crecen en el monte y comienzan a aflorar cuando empiezan las lluvias. Hay salvia, muña, tuluca. Sube, las recoge de raíz y las trasplanta en su huerto. La escuchamos admirados. Tiene solo 20 años y la tiene clara. No hay dudas. Quiere quedarse en Chahuay, comenzar un pequeño restaurante con lo que le da la tierra, crear platos, integrar sus insumos. Crecer.
SIERRA PRODUCTIVA
Sierra Productiva fue desarrollado por el Instituto para una Alternativa Agraria (IAA) y viene siendo implementado en el país desde 2011 en colaboración con varios socios y la fundación Siemens Stiftung. Actualmente son ya casi 500 familias la que participan en el proyecto, gracias al uso de 18 tecnologías sencillas pero eficaces, desde el riego y manejo de la tierra hasta el suministro de energía. Estas se desarrollan junto con los campesinos, quienes a su vez capacitan a los colegas para un mejor entendimiento y comunicación. “Actualmente estamos apostando por el apoyo del Gobierno. El programa debería de implementarse con los yachachiq (maestro, el que enseña, en quechua), que es la clave porque es una capacitación de campesino a campesino. Los yachachiq de Sierra Productiva son pequeños productores que han aprendido tecnologías y saben manejar técnicas ancestrales, ellos pueden capacitar a otras familias, dentro del marco del desarrollo distrital, ya no solo de familia y comunidad. En eso estamos, tratando de ver por dónde se canaliza”, cuenta Haydee Pachecho, Directora Ejecutiva del IAA.
¿Cómo están avanzando? Nuestra idea es hacer una muestra bien grande, hemos propuesto 200 distritos con 200 mil familias, las que estén en situación de pobreza más extrema, para hacer una muestra no solo para el país sino para el resto de la región, una propuesta válida para cualquier país donde haya agricultura familiar. Queremos que Perú sea el ejemplo.
¿Qué tienen que tener los campesinos o la familia para llegar al nivel en el que hoy se encuentran Francisco y Trinidad en Chahuay? Lo que necesita, hablando ahora a nivel de país, es un primer impulso. Nosotros la llamamos una primera inversión, que debe dar el gobierno porque es su deber. Nadie puede resolver lo que es tarea del gobierno. Sierra Productiva, lo único que necesita, es una única inversión para capacitación y tecnologías, porque lo demás ya lo ha desarrollado.
¿Es como una bola de nieve no? Sí, por ejemplo para la comunidad de Francisco, hicimos capacitación y los dos primeros andenes. Aprendieron y todo lo que tienen hoy en su huerto lo han replicado con creatividad, resolviendo problemas.
Lo que demuestra un poco este programa es que no es asistencialismo, es desarrollo. Claro, y además la gente se empodera, no queda como mendiga. Actualmente tienen mucho conocimento y están investigando constantemente, es una investigación práctica y sabe cuándo debe de meter las hortalizas dentro del fitotoldo en tiempo de helada; o cuándo sacarlas. Es como si los agricultoras tuviesen incorporada, en su manera de ser, la investigación.
Y lo importante es esa comunicación de productor a productor, la clave para entenderse. Es que en ese caso se da una relación horizontal. Antes teníamos un equipo multidisciplinario y cuando salieron los yachachiq nos preguntábamos porqué los querían más a ellos que a los ingenieros de la misma institución. Llegamos a la conclusión de que los yachachiq comunican vivencias, experiencia; en cambio el ingeniero solo comunica conocimiento e información.
Sierra Productiva sigue apostando por el potencial de los agricultores y por su empoderamiento. De la mano con universidades e instituciones privadas, se inclina por no quedarse solo en la producción de materias primas, sino desarrollar también el valor agregado. Para eso, es necesario levantar un equipo de procesamiento de productos. Que la evolución siga siendo artesanal, pero con ayuda de herramientas que apoyen. “Queremos, además, incorporar el turismo, sea algo complementario y natural, para poder manejar el nivel de impacto en las comunidades: positivo y negativo”, puntualiza Haydeé Pacheco.
LOS DATOS
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