VISITAMOS LA HUELLA EN URUGUAY, UN RESTAURANTE PARADOR CON SABOR Y ESPÍRITU
Si bien su carta varía regularmente, hay platos inamovibles como la tarta de cebolla o el volcán de crema de leche; y productos irremplazables, como el pulpo o los arroces.
Si bien su carta varía regularmente, hay platos inamovibles como la tarta de cebolla o el volcán de crema de leche; y productos irremplazables, como el pulpo o los arroces.
Escribe María Elena Cornejo (IG @melenacornejo)
La Huella, en José Ignacio, Maldonado, representa el alma de los uruguayos. Situado a orillas del Atlántico en Punta del Este, este rústico parador es glamoroso en su concepto y en su comida.
La antítesis de la ostentación. Parador La Huella tiene sillas y mesas de listones de madera ubicadas tanto sobre la arena como en el amplísimo comedor que en tiempos de verano prepandémico recibía cerca de mil comensales el fin de semana en turnos de almuerzo y cena. Paredes, piso y enseres oscilan entre el color arena y el marrón con excepción de algunos marcos de ventanas pintados en azul cielo o azul mar.
La jefa de cocina es la encantadora y sencilla Vanessa González, quien desde el 2015 tomó las sartenes por el mango apoyada por su jefa de pastelería Verónica Viera. En verano su equipo se incrementa de 15 a 80 personas para mantener la calidad de atención y buena cocina que le valió ser considerado el Mejor Restaurante de Uruguay en 2019 y rankeado en el puesto 16 según los 50 Best Restaurants Latam 2021.
Vanessa tomó la posta de manos de Alejandro Morales, el creador de La Huella. Antes se había fogueado con Francis Mallman y hecho pasantías en Argentina, Brasil y Estados Unidos. Sin embargo, su formación es básicamente autodidacta. Su madre trabajaba en La Huella y fue allí que se familiarizó con los fuegos, la despensa marina y los buenos productos cárnicos del país. Mar, tierra y fuego es la trilogía que guía su cocina.
Si bien su carta varía regularmente, hay platos inamovibles como la tarta de cebolla o el volcán de crema de leche; y productos irremplazables, como el pulpo o los arroces que tienen protagonismo por sí mismos. Amé la tosta de pejerreyes con láminas de ajo crocante. Es país vitivinícola, o sea que su oferta vinera es amplia y generosa.Un detalle adicional es la Sala de Fragancias donde decenas (¿cientos?) de frascos encierran aromas amaderados, cítricos, florales, frutados, dulces, ahumados, entre otros. Reserven con anticipación, que solo se aceptan hasta 10 días antes.
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