SAN RAFAEL, MENDOZA: AQUÍ SE ESCONDE EL LABERINTO DE BORGES
San Rafael, en Mendoza, Argentina, ofrece la posibilidad de recorrer viñedos, comer bien, hacer deporte de aventura y recorrer el laberinto de Borges. Sí, ese mismo.
San Rafael, en Mendoza, Argentina, ofrece la posibilidad de recorrer viñedos, comer bien, hacer deporte de aventura y recorrer el laberinto de Borges. Sí, ese mismo.
Texto y fotos María de Michelis (@soloporgusto)
Recorrer los viñedos. Andar en bici para disfrutar el entorno verde. Animarse al Tirobangi en el Dique los Reyunos y comer un asado de ley en finca los álamos antes o después de visitar el laberinto de Borges. San Rafael, en Mendoza, suma argumentos para visitarla.
Casas de adobe, trincheras de álamos, olivares, los ríos Atuel y Diamante, acequias, diques y viñas componen el paisaje de San Rafael. A pesar de ser la segunda ciudad de Mendoza, su encanto no se mide en kilómetros cuadrados ni en espectacularidad sino en historia, en bellezas naturales y en la hospitalidad de su gente. Para descubrir la parte antigua hay que llegar hasta Villa 25 de Mayo, con su calma chicha y sus calles flanqueadas por álamos carolinos. Allí, en territorio que fuera hogar de huarpes y pehuelches, se fundó San Rafael en 1805, protegida por un fuerte que fue recuperado y declarado Monumento Histórico Nacional. Muchos llegan hasta este lugar tentados por las propuestas de turismo aventura en circuitos como el del Cañón del Atuel, un mini Cañón del Colorado, sucesión de montañas con tonalidades y formas como de otro planeta. O el del Dique los Reyunos, perfecto para animarse al tirobangi o pasear en catamarán por sus aguas profundas en medio de un silencio azul.
De lo que nadie puede sustraerse es de la magia de las bodegas sanrafaelinas que combinan la tradición vitivinícola heredada de los inmigrantes y la renovación que la vitivinicultura actual exige. Tanto las grandes como Bodegas Bianchi, hasta los emprendimientos más pequeños, como Alto Limay o Ibarra, conservan su origen familiar. La mirada atenta de la familia está detrás de cada botella. Entre todas las cepas, en San Rafael reina la Cabernet Sauvignon. De eso no tiene dudas Silvio Alberto, el enólogo de Bianchi. Como ejemplo basta el Particular Cabernet Sauvignon 2017, un tinto con estructura y taninos pulidos. Esta cepa también forma parte del blend del Enzo Bianchi 2017. Algunos de los grandes vinos que sostienen el prestigio de la bodega.
La flor de la vid es blanca. De tan chiquita apenas se ve pero su perfume endulza el aire de primavera. No tiene pétalos, su morfología no deslumbra pero anuncia un futuro de uvas que más tarde serán vino. En San Rafael, esta flor discreta tiene su propia fiesta, que celebra la tierra y su generosidad. La sexta edición fue a fines de noviembre pasado, en las instalaciones de la champañera Bianchi, en San Rafael. Hubo 28 bodegas de la zona presentes, desde Suter, Bianchi, Alto Limay y Alfredo Roca hasta Leo Borsi con sus vinos poco obvios, pura expresión del terroir. Copa en mano se disfrutaron delicias locales. Empanadas fritas –pasteles las llaman aquí en Mendoza– y carne a la masa, un plato patrimonial hecho para esta ocasión por manos expertas y al que la cocinera Ana Paula Gutiérrez –Presidenta de la Específica – Turismo– prepara como nadie. “La carne a la masa fue declarada plato patrimonial. Históricamente se hacía en las fincas con carne de vaca macerada en vino, ajo, orégano y ají molido. Después se envolvía en el cuero de la vaca y se cocinaba unas 3 horas en horno de barro. Era número puesto en los festejos porque rinde mucho y mantiene el calor”, cuenta Ana Paula. Más tarde se reemplazó el cuero por una tapa de masa protectora de la carne, que con las horas de cocción y el macerado se vuelve tierna y sabrosa. Quienes visiten este lado del mapa argentino no pueden perderse esa comida levantamuertos con la que se podría resistir un invierno en el Polo.
Además de la carne a la masa durante el festejo se despacharon tortas fritas y panes. Hubo degustación de dulces y de conservas, delicias elaboradas por productores como Finca Paru, establecimiento que cuenta con certificación orgánica y una creatividad enorme a la hora de armar su línea de productos. Para seguirle la pista. La fiesta, que nació por iniciativa de Camilo Aldao (padre) presenta cada año un muestrario de regionalismos ideales para festejar la primera etapa del ciclo del vino. Parte de nuestra cultura.
Su historia arranca en 1830, “tiempo de tierras guachas y malones al paso” dice Nacho Aldao. La finca pertenece a su familia y esconde una de las maravillas de San Rafael: el laberinto de Borges. Nacho cuenta que su tía Susana Bombal había nacido en Mendoza pero se mudó a Buenos Aires cuando era chica. De tradición anglófila, con los años comenzó a asistir a eventos vinculados con el mundo de las letras. En uno de esos encuentros conoció a Borges, y el tiempo y el amor que compartían por la literatura inglesa forjó una amistad que duró para siempre. “También Randoll Coate, que en los años 50 era Secretario de Prensa de la Embajada Británica y a la sazón fanático de Borges y de los laberintos, conocía a Susana y ella fue la que le presentó al escritor. Cuando su carrera diplomática terminó, volvió a Londres y se convirtió en el mayor diseñador de laberintos de los castillos de Europa.
Una noche de 1979, cinco años antes de la muerte de Borges, Coate sueña con su memorial”, cuenta Nacho. No sería de piedra. Nada solemne y a tono con la idea que el autor de Ficciones y El Aleph tenía de los premios y los homenajes. “Prefiero los laureles verdes y vivos”, le gustaba decir. Randoll le escribe una a Susana Bombal contándole este sueño y los dos se entusiasman con la idea. Cuando en 1991 muere Susana, Camilo –Camilito– Aldao, su sobrino predilecto, hereda todas sus pertenencias. Una tarde, ordenando unas cajas de su tía encuentra la carta de Randoll que incluía el dibujo del laberinto: junto con ese papel entrañable siente que había encontrado una misión. Decide entonces viajar a Londres donde Coate le dona su trabajo y luego de un tiempo, se contacta con María Kodama quien le da el visto bueno.
Al cabo de 10 años de intentos fallidos en la Ciudad de Buenos Aires, Camilo llega a la conclusión de que el mejor lugar para levantar el laberinto es la finca de San Rafael, donde Susana y el escritor disfrutaban de largas temporadas de descanso. Con esta certeza convoca a un grupo de colaboradores y al paisajista Carlos Thays (sobrino-nieto de Charles) pieza clave para concretar el memorial en 2003. Sueño cumplido. El laberinto es un libro abierto en el que aparece el nombre Jorge Luis Borges escrito en espejo. Lo completan dos relojes de arena, la S que se convierte en signo de pregunta, perplejidad y asombro y también las iniciales de MK. Desde el mangrullo ubicado en las cercanías se puede ver su morfología y descubrir los símbolos borgianos dibujados por 8000 plantas de buj (boxus supervivens). Una metáfora verde que en cada uno de sus vericuetos rinde homenaje a este escritor universal.
DÓNDE DORMIR. www.barrancassuites.com.
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