LA DINASTÍA SIU: 5 GENERACIONES QUE DEJARON SU IMPRONTA EN PERÚ
Hoy Han Muy también está en Miraflores y regentado por la hija de Antonio Siu, quien tiene el chifa de Trujillo.
Hoy Han Muy también está en Miraflores y regentado por la hija de Antonio Siu, quien tiene el chifa de Trujillo.
Escribe María Elena Cornejo (IG @melenacornejo)
La historia de esta dinastía empieza hace casi un siglo, cuando Felipe Siu de 16 años llega a Lima con su papá y su abuelo materno apellidado Wong. Tres generaciones en busca del futuro. El bisabuelo era agricultor y su esposa, Yi Muy Wong, una gran cocinera que en China preparaba famosos y sofisticados banquetes.
Han Muy significa “corazón de almendra”. Es el segundo nombre que el matrimonio de Antonio Siu y Maritza Pinto pusieron a sus dos hijas Brenda y Maritza cuando nacieron. También es el nombre que Antonio le puso al chifa que tuvo en Pucallpa a inicios de la década de 1980 y el mismo que tiene hoy el chifa de Trujillo. La fidelidad que Antonio tiene al nombre Han Muy se entiende porque fue su padre quien se lo dio, luego de explicarle el significado y añadirle un toque de cariño e intimidad. Es como si el nombre fuera portador de buena fortuna y prosperidad.
La historia de esta dinastía empieza hace casi un siglo, cuando Felipe Siu de 16 años llega a Lima con su papá y su abuelo materno apellidado Wong. Tres generaciones en busca del futuro. El bisabuelo era agricultor y su esposa, Yi Muy Wong, una gran cocinera que en China preparaba famosos y sofisticados banquetes. Todo iba viento en popa hasta que luego de la Guerra Mundial, pierden el fundo y el bisabuelo regresa a China para siempre. Felipe Siu era cocinero, pero sobre todo emprendedor. Trabajó en la hacienda Huando, era experto en injertos de plantas y cría de ganado. Tuvo tres carnicerías y trabajó en una gran empresa almacenera de la calle Capón. Se casó con Elvira Chiang pero enviudó a los 38 años quedándose con tres hijos pequeños.
Para reponer fuerzas y restablecer ánimos migró a San Ramón, en Chanchamayo donde puso una tienda de abarrotes y un chifa con su nombre, Felipe Siu, que sigue operativo hasta el día de hoy. Con el tiempo conoció a la tarmeña Teodora Poma con la que formó una gran familia de 11 hijos en total. Todos los hombres se dedicaron a la cocina y todas las mujeres a la administración. Antonio Siu recuerda que su padre les tenía un programa según la edad: a los 10 años aprendían a alimentar, matar, desplumar y picar una gallina. A los 11 sabían reconocer las diferentes carnes y a los 12 conocían la edad de las aves y su aplicación en cada una de las recetas. Asimilando estas bases, luego podían estudiar lo que quisieran.
Antonio creció en San Ramón junto con su papá Felipe. Cuando cumplió la mayoría de edad se fue a Pucallpa donde trabajó durante 10 años. En 1985, con el dinero ahorrado, se fue a Trujillo, compró una hermosa casona cerca de la Plaza de Armas donde puso un hotel y el chifa Han Muy, el más concurrido de la ciudad. En la cultura china la cocina es cosa de hombres, pero en casa de los Siu-Pinto las sartenes las lleva Maritza, quien desde muy niña demostró que amaba el fuego, el aroma y la versatilidad que le daba tener en el paladar los sabores de dos enormes culinarias que podían complementarse y enriquecerse constantemente con los productos, saberes y sabores del sólido norte donde vivía. Por añadidura, la señora Maritza Pinto es arequipeña hija de picanteras por lo que en casa podían comer rocoto relleno, cuy chactado, arroz con mariscos o patacones con cecina. Costa, Sierra y Amazonía en una mesa tusán criolla.
A Maritza la criaron con los mismos preceptos con los que el abuelo Felipe educó a sus hijos. Empezar desde la base. Recuerda que siendo muy joven se instalaba detrás de su papá para alcanzarle los insumos necesarios mientras cocinaba. Su rutina consistía en levantarse temprano, verificar los ingredientes y preparar la mise en place. “Me criaron como hombre, sin ninguna concesión”, dice Maritza agradecida por esa educación que le forjó el carácter y la hizo luchadora y chambera. Sin embargo, agarrar el wok y responsabilizarse de la cocina le costó lágrimas y nervios. Era muy segura cuando estaba tras su padre, sabía perfectamente qué pasos dar y cómo administrar los tiempos, pero la primera vez que estuvo sola frente al fuego se paralizó y no supo qué hacer.
Cocinar para el público se convirtió en un reto que le parecía imposible de superar. En algún momento, antes de que debutara en público, su padre le dijo “cuando sepas más que ellos (los ayudantes de cocina) recién podrás mandar”. Con esta sabia sentencia se puso a estudiar en Le Cordon Bleu. Aprendió conceptos de cadena de frío, manipulación de alimentos y buenas prácticas. Las técnicas las tenía. Entrenamiento también. Bajo supervisión de su padre estuvo ocho meses (¡OCHO!) haciendo arroz chaufa. Sin quejarse, verificando sazón, tiempo, temperatura, sequedad, fritura. Perfección. Luego pasó a los wantanes: hacer la masa a pulso con tres palos (como en China), congelar, reposar para que la masa quede crocante, sin grasa, perfecta. Hasta que llegó el día en que se instaló frente a la hornilla y le dijo a su papá “déjame, yo lo hago sola”. Antonio se fue y ella sacó sus primeros 16 platos de tallarín salteado uno tras otro, en una sola comanda, sin pausa ni tregua.
Con el espíritu luchador que siempre la acompaña, Maritza se separó de su papá y abrió su propio Han Muy en Trujillo. Sola, divorciada y con tres hijas empezó a trabajar con un aplicativo en Trujillo y las puertas de Lima se le abrieron. En plena pandemia se mudó a la capital y empezó como dark kitchen, apretada dentro de un container, pero obtuvo muy buenos resultados. Reconvirtió a los mozos en motorizados y no dejó de pagar ni un solo día a las 13 personas de su equipo. Luego buscó un local y encontró un hermoso sitio en el corazón de Miraflores donde hace seis meses atiende al público siguiendo paso a paso las enseñanzas paternas: calidad del producto, aplicación de las técnicas, carta acotada en beneficio del cliente, atención pronta, precios asequibles. Larga vida a los corazones de almendra. (Publicado orignalmente en la revista Integración).
Dirección: Edificio Soho Life, calle Berlín 616, Miraflores. Reservas: 970-766-237.
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