
EL NOSTÁLGICO CHIFA DE BARRIO, PARTE DE NUESTRO DÍA A DÍA
El chifa de barrio es parte de nuestra cultura. Es parte de nuestra identidad como ciudadanos de Lima (y de muchas partes del Perú). Escribe Heine Herold.
El chifa de barrio es parte de nuestra cultura. Es parte de nuestra identidad como ciudadanos de Lima (y de muchas partes del Perú). Escribe Heine Herold.
Por Heine Herold (Twitter @heinehe) / Foto Supay para Apega
Todos lo hemos tenido o lo tenemos actualmente. Todos hemos sentido alguna vez la necesidad de reconfortarnos con un chaufita o una sopita wantán a la vuelta de casa, todos hemos vivido ese vínculo más allá del plato de comida con el restaurante chino del barrio. Es parte de nuestra identidad como ciudadanos de Lima (y de muchas partes del Perú). Somos chiferos, seámoslo siempre.
Esa sensación de pertenencia con nuestros negocios locales, especialmente los de comida, es algo que llevamos burilado en el alma y que, los que hemos vivido fuera del país, extrañamos más. Siempre volvemos con nuestros caseros del mercado, quienes nos despiden con la “yapa”; siempre volvemos a la peluquería, a la lavandería y en especial, al chifa del barrio.
Parte de mi infancia transcurrió en casa de mis abuelos, en el jirón Jorge Chávez (Breña), y teníamos un chifa a la vuelta, en el jirón Varela. Recuerdo perfectamente los olores, la vajilla, los cubículos (cada vez más difíciles de encontrar); recuerdo a mi madre repartiéndonos la sopa wantán de una enorme sopera; recuerdo jugar con los palillos como si fueran baquetas de tambor, hasta que un pellizcón de brazo de mamá daba por finalizado el concierto; recuerdo a la familia unida, la bulla, los intercambios de platos; recuerdo toda aquella ceremonia.
Al mudarnos de barrio, buscamos por instinto y con desesperación aquel que pudiera coronarse como el nuevo chifa del nuevo barrio. Finalmente llegamos a uno en la avenida Aramburú, una vía bastante poblada de sitios de comida china, un lugar sencillo y confortable, con espíritu y una sopa wantán deliciosa. Han pasado 26 años desde que pisamos por primera vez el chifa Fayín y no lo hemos dejado nunca, es casi un miembro más de nuestra familia.
Pasa en todos lados, desde el Rímac hasta Miraflores, desde Barrios altos hasta San Borja, los chifas de a pie nos han acompañado siempre y queremos que así siga siendo. No hay nada que una más a la familia que la mesa, y si ésta se presenta desbordada de chaufas, tallarines, wantanes y nabo encurtido, mucho mejor.
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