CHRISTOPHER VÁSQUEZ, EL CHINO CHARAPA
Chino Charapa es un vehículo de investigación de arte y cultura. Una amalgama de barrio chino y mercado de Belén, lo cantonés y lo loretano.
Chino Charapa es un vehículo de investigación de arte y cultura. Una amalgama de barrio chino y mercado de Belén, lo cantonés y lo loretano.
Escribe María Elena Cornejo (IG @melenacornejo)
Nadie pensaría que por las venas de Christopher Vásquez Zabalbeascoa corre sangre asiática ni que el reencuentro con sus raíces sería por la comida. Christopher es publicista, escritor, videasta, profesor, animador cultural y cocinero. Además de creador de Lucha Libro. Siempre vivió entre dos mundos: el de los abuelos paternos de origen amazónico y el de los abuelos maternos de origen chino. Por eso es osado y reflexivo; divertido y paciente; visionario y pragmático; desenfadado y cálido. El combo potente, el combo tusán.
La primera vez que Christopher Vásquez probó fu kua sintió que algo se despertaba en su interior. No era el amargor de la balsamina, ni la cara de regocijo con la que sus padres esperaban su reacción, era más bien una epifanía que le abría un mundo nuevo. Tenía ocho años. Su madre, condescendiente, acudió en su auxilio: “Come solo el pollito”, le dijo. Y así fue. Durante un buen tiempo separaba cuidadosamente la proteína de la verdura hasta que inadvertidamente su paladar la aceptó convirtiéndola en su producto preferido hasta hoy.
Su historia empieza con el bisabuelo Kuoman Chan, quien a los 12 años llegó al Callao entre 1905 y 1915. No vino como culí (término con el que se llamaba a las personas chinas llegadas a trabajar en el campo en Perú en aquellos tiempos), sino de polizonte y lo acogió la Beneficencia china de entonces. Con el tiempo se volvió un próspero empresario importador y desposó a una peruana.
En las siguientes generaciones las mezclas se multiplicaron: por un lado, llegaron los genes amazónicos y, por el otro, los vascos. Cuando viajaba a Iquitos con su papá músico se encontraba con carachamas, huevos de tortuga, tacachos y cecinas; cuando regresaba a su casa limeña comía asados, salteados, verduras, aderezos dulces, ácidos, salados y picantes. También el ambiente que lo rodeaba era heterogéneo y creativo. Con el calor y la selva todo le parecía mágico y maravilloso. “Crecen plantas hasta dentro de las grietas de la pista”, ríe. Ahí escuchó a Juaneco y su Combo, grupo de cumbia amazónica compuesto por músicos tusán, conversó con el poeta César Calvo y vio a Klaus Kinsky y a la bella Claudia Cardinale que filmaban Fitzcarraldo.
Quizá eso explique la múltiple formación de Christopher y sus dispares aficiones. También permite entender las variadas “chapas” que aderezaron su infancia: le decían chino, cholo, charapa, chuncho. Barrio al que se mudaba, barrio que estrenaba nuevo apodo. A sus 50 años encontró en la cocina una forma de perfilar su identidad. Y en la comunidad tusanaje una valiosa organización para definirse como orgulloso individuo de dos mundos.
Poco se conoce de la época de La Fiebre del Caucho que duró 30 años (1885-1915) y fue tanto una bendición como una maldición para la ciudad de Iquitos: vio surgir fortunas a la par que nativos esclavizados. Tampoco se sabe mucho de la migración china a la Amazonía. Durante varios años Christopher se dedicó a investigar y conversar con los memoriosos sobre estos temas y hace un par de meses empezó con la preproducción de un gastrodocumental sobre la migración china a la Amazonía, que arranca con la explotación del caucho y llega hasta nuestros días.
No es su primera incursión en el séptimo arte. Escribió los guiones de películas notables como Chicha tu madre, Rosa Chumbe y Los inocentes(basado en el homónimo libro de Oswaldo Reynoso); creó la idea original para la primera miniserie peruana de Movistar El día de mi suerte (ficción sobre el cantante Héctor Lavoe), fue docente en el Instituto Peruano de Publicidad. Su última participación fue en el biopic Chola Chabuca, una popular drag queen creada por Ernesto Pimentel que lleva15 años en televisión, cuyo estreno está previsto para 2024.
Después de varios años de trabajar como creativo en grandes empresas, se sintió inquieto y dubitativo sobre su futuro. Se fue a Iquitos y el maestro Solón le lanzó una frase salvadora durante una sesión de ayahuasca: “el oficio es la condena del hombre”. No lo entendió al principio, pero la frase se quedó dando vueltas en su espíritu hasta que descubrió que tenía que buscar otros terrenos en los que asentarse para crear. Escribió un libro, ilusionado, pero vio que a ninguna editorial le preocupaba el contenido sino temas técnicos, costos, precios, número de ejemplares. El negocio. “Una persona sin contactos y sin recursos no tiene posibilidades de llegar a una editorial”, pensó.
Esa frustración lo llevó a inventar Lucha Libro. Un proyecto que empezó en 2001 en La Noche de Barranco. Hoy es una franquicia que ha dado la vuelta al mundo y es replicado regularmente en varias ciudades. Este año se presentó en El Patio de la Infanta en Zaragoza. En Islas Canarias en el marco del Festival de la Palabra. En León, México, en el festival cultural del año. En Guanajuato el campeón obtuvo el Dragón de Oro.
Lucha Libro se desarrolla en un ring de improvisación donde dos escritores inéditos y enmascarados escriben en simultáneo sus historias con las bases que en ese momento les da la organización. Hay patrocinadores, cuartos de final, semifinal y final. Como un Grand Slam. Es un espectáculo divertido donde el público bebe, aplaude, grita y hace barra mientras el solvente jurado dirime para premiar el talento con la publicación de la historia.
Durante la pandemia, Christopher comenzó a cocinar para sus amigos. Tuvo tan buena recepción que puso una dark kitchen (cocina oculta que solo atendía por delivery) para difundir la cocina tusán amazónica. La llamó Chino Charapa.
Con el transcurrir de los meses devino en un libro de recetas, podcast y una marca que buscaba aportar desde la gastronomía a la identidad tusán amazónica, tanto con las técnicas como con los productos. Un ejemplo es el pimiento dulce amazónico integrado rápidamente a la cocina tusán, así como el sachaculantro, la cúrcuma y la cecina, productos perfectos para el paladar asiático que marcan la diferencia entre el chifa limeño o costeño y el amazónico.
Chino Charapa es mucho más que gastronomía, o quizá precisamente es gastronomía en el estricto sentido de la palabra: es un vehículo de investigación del arte y la cultura tusán, profundamente arraigada en la sociedad peruana. Quizá el camino de miles de oficios lo llevó al que une y saca más sonrisas al ser humano: la comida. Quizá si estaba condenado como le dijo Salón el chamán. A ponernos contentos, a hacernos felices. Qué venga el chaufa.
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