CACAO BLANCO D.O. CHULUCANAS
El cacao cada vez viene siendo más reconocido por los peruanos y extranjeros, pero no es la única estrella. Acompañen a Mater Iniciativa en este recorrido norteño.
El cacao cada vez viene siendo más reconocido por los peruanos y extranjeros, pero no es la única estrella. Acompañen a Mater Iniciativa en este recorrido norteño.
Por Mater Iniciativa
El cacao cada vez viene siendo más reconocido por los peruanos y extranjeros, pero no es la única estrella. Acompañen a Virgilio Martinez y Mater Iniciativa en este recorrido norteño.
En los últimos años, el cacao peruano viene recibiendo mayor reconocimiento de los expertos. Este creciente interés, tanto nacional como internacional, ha motivado que muchos productores de cacao estén ahora al tanto del valor económico y simbólico que representa su insumo. Por ello se están desarrollando distintas iniciativas como la que tuvimos suerte de conocer en Chulucanas, Piura. La selección de nuestro destino no fue al azar. El denominado “cacao blanco” peruano crece en escasas zonas del mundo y Palo Blanco en Chulucanas es una de ellas. Comúnmente, se compara esta variedad con el cacao Porcelana de Venezuela, pero dado que este término fue acuñado como denominación de origen, en 2008 se decidió llamar al cacao de Chulucanas como “Cacao Blanco”.
En nuestro primer amanecer en Piura, salimos al encuentro de Juan de la Cruz Rivera Olemar, campesino de Palo Blanco y dirigente de una de las asociaciones productoras de cacao de la zona. Fue una suerte tenerlo de guía, pues es un experto en el tema y uno de los que apuesta por la “asociatividad” como estrategia para que los beneficios y el desarrollo lleguen a más personas.
Hicimos parte del camino en bus, por aproximadamente una hora, durante la cual nos empapamos de toda la información pertinente en una entretenida conversación con Juan. Su humildad y su espontaneidad, combinadas con su gran sabiduría y su risa fácil, nos tenía fascinados.Una vez que bajamos del bus, unos conductores de mototaxi nos llevaron hasta al local de acopio de la cooperativa. Habíamos escuchado que se mencionaba la crecida del río como una posibilidad, pero grande fue nuestra sorpresa cuando efectivamente tuvimos que atravesar en esos frágiles vehículos el mismísimo cauce que por momentos estaba cubierto de agua. ¿Y qué pasa cuando el río crece? Felizmente, ése no fue el caso, pero imaginamos que la respuesta a esas preguntas tenía que ver más con la creatividad de los locales que con tecnologías sofisticadas.
El trayecto nos compartía a la vez un aire de aroma a mango y naranjas, y la vista de arrozales que se pierden entre valles de montañas hacia el fondo. Un paisaje nuevo para nosotros, que imaginábamos selva espesa y húmeda para dar cabida a al cacao del que tanto se escucha.
Ya en el lugar de acopio, vimos cómo se almacena las semillas en cajones de madera laurel o tornillo para la fermentación, cubiertas con hojas de banano. Desde la cosecha hasta esta técnica de almacenaje se tienen sólo 12 horas, así que los campesinos deben esforzarse por cumplir este lapso para extraer las almendras de los frutos. Para leer la crónica completa pueden ingresar Mater Iniciativa.
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