SABORES QUE MATAN
Raquel Rosemberg es una conocida crítica gastronómica argentina aficionada a la novela negra y crónica policial, como se encarga de resaltarlo en el subtítulo de su segunda novela Sabores que Matan.
Raquel Rosemberg es una conocida crítica gastronómica argentina aficionada a la novela negra y crónica policial, como se encarga de resaltarlo en el subtítulo de su segunda novela Sabores que Matan.
Escribe María Elena Cornejo @cucharonviajero
Raquel Rosemberg es una conocida crítica gastronómica argentina aficionada a la cocina, a la novela negra y a la crónica policial, como se encarga ella misma de resaltarlo en el subtítulo de su segunda novela Sabores que Matan: comidas y bebidas en el género negro-criminal.
Partiendo de esa premisa Raquel nos lleva de la mano a través de Crímenes de autor, Detectives en su salsa, De Asia, pasiones extremas, y Una cuestión de honor: la comida de la mafia; los cuatro capítulos en que divide un libro que tiene humor, suspenso, intriga y cierto “malditismo” tan propio de los máximos exponentes del género.
Las breves historias, 33 en total, van intercaladas con recetas que tienen algo de macabro inserto como al desgaire. Por ejemplo, unos Sesos en salsa de alcaparras servidos sobre la tapa craneal del enemigo, o unas Empanadas Árabes que lleva un guiso de carne del amante asesinado o unos Bombones rellenos con estricnina que sacan de circulación al indeseable de turno, forman parte del primer capítulo en el que la literatura criminal (universal) sazona el relato. Truman Capote, Alfred Hitchcock, Patricia Highsmith, Cortázar, Claude Chabrol y Agatha Christie son algunos de los ingredientes.
En el segundo, los detectives Pepe Carvalho, Philiph Marlowe, Maigret, Poirot, Sherlock Holmes, el Comisario Montalbano o Vincent Calvino enmarcan las investigaciones en escenarios donde los crímenes se van cocinando a fuego lento mientras los sabuesos beben vino y otros espirituosos, toman café o saborean un asado con chimichurri, un boeuf bourguignon o una pizza Margarita según el lugar en el que se ubique la pesquisa.
El exotismo y el refinamiento sórdido llegan en el tercer capítulo a través de Bangkok, Camboya y Japón donde los aromas de curry, fritura, galanga y lemon grass son trasfondo perfecto para historias de contrabando, promiscuidad, tráfico de drogas y crímenes de variado pelaje. Siguiendo la tónica del libro, la receta del Tom yam kung es deliciosa y vale la pena probarla sin riesgo a despertar en uno mismo instintos homicidas.
El último capítulo es la cereza de la torta. Se trata de las mafias. La Cosa Nostra italiana, la yakuzajaponesa, la mafia roja o bratva de los rusos o la tríada de los chinos revueltas en códigos, sobrenombres y contraseñas van cocinando (o descuartizando) su próxima víctima en medio del humo del wok o de la sopa borsht mientras preparan blines de caviar, boccachiusa (boca cerrada) o yakitoris. Como para morirse del gusto.
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