ADRIANA AGRAMONTE: LA REINA DE LOS BANQUETES DEL SUR
El catering y la panadería son las pasiones de esta arequipeña volcánica, discípula de Lucha Parodi.
El catering y la panadería son las pasiones de esta arequipeña volcánica, discípula de Lucha Parodi.
Escribe María Elena Cornejo (IG @melenacornejo)
La vida de Adriana Agramonte es una montaña rusa elegida, controlada y apapachada diariamente por ella misma. No bien terminó el colegio en su Arequipa natal, partió a Lima para estudiar Hotelería y Turismo.
Lo tuvo muy claro desde el inicio. Sus abuelas y tías se dedicaban in illo tempore al catering. Ellas cocinaban, hablaban y reían, todas juntas y al mismo tiempo. Esa sensación fue la que acompañó a Adriana en su elección. No bien terminó los estudios entró a trabajar con la gran Lucha Parodi, su verdadera escuela y su mentora. Allí estuvo siete años como jefa de producción de cocina. Se embarazó, pidió tres meses de licencia para regresar a Arequipa y tener a su mamá al lado. Pasaron seis meses y los mellizos demandaban esfuerzo, tiempo y dinero. Una llamada providencial de una persona desconocida la convocó para preparar un matrimonio. Se negó, vaciló, se animó, se asustó y llamó a doña Lucha. Ella le prestó los primeros manteles, le obsequió adornitos para decoración, la conminó a comprar su primera vajilla y así Adriana se subió a la montaña rusa.
Al primer matrimonio le siguió otro evento y luego otro. Cada vez los pedidos eran más frecuentes y diversos. Creó su empresa y no volvió a descansar porque una cosa llamaba a la otra y el temperamento de Adriana no le daba para quedarse en su espacio de confort. De la casa de su mamá se mudó a un ambiente más amplio y luego a otro enorme, alejado del mundanal ruido, en la zona de Acequia Alta, Cayma, donde puso su taller. Compró una camioneta para entregar los pedidos, luego un camión, más tarde una flota.
Han pasado 20 años y Adriana abastece a todo el sur del país: desde Arequipa hasta Tacna, de la costa a la cuesta y a la sierra. Da el servicio completo. Solo compra las flores y alquila los toldos. Por poco tiempo. Ya le está dando vueltas a la idea de sembrar sus propias flores para cerrar el círculo. En este camino no faltaba gente que le pedía el sanguchito que comió en tal boda, el bocadito que sirvió en una cena, las pastas esponjosas rellenas de lo que sea. Entonces nació La Despensa, como un canal de venta al por menor de lo que producía en el catering. Alquiló un espacio en una hermosa casona de sillar en ruinas de propiedad de una amiga de su mamá, la refaccionó, la convirtió en cafetería y la llenó de panes artesanales (obviamente instaló su propia panadería en el taller de Cayma), bollería, masas, pasteles con recetas y presentaciones que traía de sus periódicos viajes al Viejo Mundo. Hoy La Despensa es una de las paradas obligadas para cualquier peregrino, fatigado, con el corazón cansado de buscar felicidad como alguna vez lo dijo el inolvidable maestro Mario Cavagnaro.
Words by María Elena Cornejo (IG @melenacornejo)
Catering and bakery are the passions of this fiery Arequipeña, a disciple of Lucha Parodi.
Adriana Agramonte’s life is a chosen roller coaster, controlled and nurtured daily by herself. After finishing high school in her native area of Arequipa, she studied hospitality and tourism in Lima. She knew from the beginning what she wanted. Her grandmothers and aunts used to do catering in the past. They cooked, talked, and laughed, all together and at the same time. That feeling accompanied Adriana in her choice. As soon as she finished her studies, she started working with the great Lucha Parodi, her true school and mentor. She spent seven years there as the head of kitchen production. When she became pregnant, she asked for three months of leave to return to Arequipa and have her mother by her side. Six months passed, and the twins demanded effort, time, and money. A providential call from a stranger invited her to prepare a wedding. She refused, hesitated, got encouraged, got scared, and called Doña Lucha. Lucha lent her the first tablecloths, gave her little decorations, and urged her to buy her first set of dishes, and thus Adriana got on the roller coaster.
One wedding led to another event and then another. The requests became more frequent and diverse. Adriana created her company and never rested again because one thing led to another, and her temperament did not allow her to stay in her comfort zone. She moved from her mother’s house to a larger space and then to a huge one, far from the hustle and bustle, in the Acequia Alta area of Cayma, where she set up her workshop. She bought a van to deliver orders, then a truck, and later a fleet.
Twenty years have passed, and Adriana supplies the entire south of the country: from Arequipa to Tacna, from the coast to the highlands and the mountains. She offers a complete service. She only buys flowers and rents tents. But not for long. She is already considering growing her own flowers to close the circle. Along the way, people kept asking for the little sandwich they ate at such a wedding; the snack served at dinner, the fluffy cakes filled with whatever. That’s when La Despensa was born as a retail channel for what she produced in catering. She rented a space in a beautiful ruined sillar house owned by a friend of her mother, renovated it, turned it into a café, and filled it with artisanal bread (obviously she set up her own bakery in the Cayma workshop), pastries, doughs, and cakes with recipes and presentations she brought back from her regular trips to the Old World. Today, La Despensa is one of the must-stop places for any pilgrim, tired, with a heart weary of searching for happiness, as the unforgettable maestro Mario Cavagnaro once said.
Su restaurante, El Hab Café, ofrece una propuesta gastronómica que se sirve de su propia chacra a una hora de Bogotá. Hay diseño, buen comer y excelente ubicación.
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