EL CHINITO, LA SANGUCHERÍA QUE SIEMPRE LLEGA CON SUSTANCIA Y CORAZÓN
Claro ejemplo del emprendurismo peruano. Empezaron en 1960, y luego de 60 años de exitosa actividad siguen inventando nuevas formas de llegar al público.
Claro ejemplo del emprendurismo peruano. Empezaron en 1960, y luego de 60 años de exitosa actividad siguen inventando nuevas formas de llegar al público.
Escribe María Elena Cornejo (@cucharonviajero)
Esta sanguchería es un claro ejemplo del emprendurismo peruano. Empezaron en 1960, y luego de 60 años de exitosa actividad siguen inventando nuevas formas de llegar al público. Incluso con pandemia y cuarentena.
Su servicio de delivery es puntual y la oferta variada, obviamente con toda la parafernalia de protocolos que incluyen chorros de alcohol para desinfectar y un banquito como intermediario inanimado entre el repartidor y el receptor. El Chinito funciona de maravilla como desayuno, almuerzo o lonche, o más bien, brunch, esa comilona tipo desayuno dominguero y almuerzo tempranero de contundencia sin atenuantes.
Los tamales son los clásicos limeños, más bien austeros, sin aceituna ni huevo, con una masa suave y cremosa que lleva un trozo de pollo o chancho, según la elección. Infantables son las costillitas de bordes crocantes (el delivery no incluye sarza criolla porque no llegaría a destino en óptimas condiciones) y camote frito. La estrella es el chicharrón, sabrosa (y generosa) panceta de cerdo que sirve de insumo para sánguches, chaufas (chaufarroncito) y combos varios. El Chinito ofrece además sánguches de lomito ahumado, pavo y un estupendo jamón del país, cada vez más difīcil de encontrar en las sangucherías citadinas.
LOS DATOS
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