EL ALGARROBO DE PIURA
Virgilio Martinez recorre Piura con el equipo de Mater Iniciativa. Sus encuentros, nuevamente, son sorprendentes y curiosos. Esta vez, con el algarrobo.
Virgilio Martinez recorre Piura con el equipo de Mater Iniciativa. Sus encuentros, nuevamente, son sorprendentes y curiosos. Esta vez, con el algarrobo.
Por Mater Iniciativa (Twitter @materiniciativa)
Virgilio Martinez recorre Piura con el equipo de Mater Iniciativa. Sus encuentros, nuevamente, son sorprendentes y curiosos. Esta vez el algarrobo es el protagonista. Veamos.
No sabemos con certeza si se debe a su cercanía a la línea ecuatorial, al encuentro de las corrientes marinas del Niño (cálida) y de Humboldt (fría) en sus costas o qué otros elementos participan en la particular constitución de esta región, pero lo cierto es que recorrer Piura nos ha dejado maravillados y con ganas de volver por más, pues su despensa parece ser i-na-go-ta-ble.
Uno de nuestros primeros encuentros fue con el árbol de algarrobo (Prosopis pallida). Según Elisa Carati, autora de Historia cultural del algarrobo, el nombre “algarrobo” podría ser más bien un témino genérico que incluye a plantas biológicamente diferentes como la Ceratonia siliqua del Mediterráneo, y Prosopis pallida, chilensis, julinflora, affinis, de Sudamérica. Parece ser que, a través de distintas culturas, se mantiene un significado simbólico similar, ya que estas especies han representado al árbol de la vida, del conocimiento, a seres divinos y a la sabiduría.
A simple vista, pareciera como si un incendio hubiese consumido el área: sobre el árido suelo se yerguen troncos oscuros de apariencia seca de los que brotan ramas muy finas y también oscuras. Los algarrobos poseen un follaje ralo y pequeñas hojitas entre las que asoman las vainas amarillentas que resguardan al fruto. A uno le cuesta creer que esos frutos puedan ser tan nutritivos, considerando que su hábitat es un bosque seco.
Hablar de un bosque seco parece casi una contradicción, pero no lo es en esta zona del país, en que el algarrobo ha crecido y se ha expandido de forma silvestre a lo largo de los años a pesar de la sequedad de la tierra, la escasez de lluvias y el implacable sol. El secreto para su subsistencia son sus larguísimas raíces, que le permiten obtener del subsuelo el agua que no recibe del riego o la lluvia. El algarrobo, junto con otras especies como el zapote o el charamusco, constituye un regalo de la naturaleza para que los habitantes del bosque seco se alimenten. De hecho, investigadores como Antonio Brack Egg, alegan que la harina que se obtiene de su fruto (vaina), es tan nutritiva que podría servir como solución frente a la desnutrición mundial. ¿Más? Para seguir leyendo la crónica elaborada dentro del proyecto Mater Iniciativa, Afuera Hay Más, pueden visitar Prosopis del Desierto (Locuto, Piura).
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