LA REVOLUCIÓN: CALIDAD ES SALUD
La Revolución es precisamente eso, una insurgencia gastronómica que busca enseñar cómo comer bien. Karissa Silva nos abrió las puertas de su proyecto.
La Revolución es precisamente eso, una insurgencia gastronómica que busca enseñar cómo comer bien. Karissa Silva nos abrió las puertas de su proyecto.
Escribe Eduardo Salas / Twitter: he_duardo
La Revolución es precisamente eso, una insurgencia gastronómica que busca enseñar cómo comer bien. Conversamos con Karissa Silva, quien nos abrió las puertas de su proyecto.
La Revolución es una organización sin fines de lucro cuyo objetivo es lograr un cambio en los hábitos de consumo por medio de la educación y entendimiento. Por ello visitamos a Karissa Silva, quien nos contó sobre su propuesta que busca expandir el conocimiento del saber comer.
¿Quiénes conforman La Revolución?
Somos tres. Las tres vemos todos los contenidos pero cada una tiene su área en especial. Nani Maezono que ve toda la parte de imagen y gráfica; Gonny Torres ve la parte educativa y yo, que veo un poco de todo. Ellas se dedican a organizar talleres para adultos y niños en distintas instituciones, como parte de sus servicios, también los ofrecen en su local, en el que cuentan con un pequeño huerto inundado de flores comestibles y plantas aromáticas como el romero, orégano, albahaca de distintos tipos, melisa, salvia, menta, perejil y culantro.
¿Qué se ve en cada uno de estos talleres?
Damos talleres a niños, también trabajamos con instituciones y hacemos lo mismo con los adultos. El tema es enseñar a comer, en tanto aprendas cómo se hacen las cosas, vas a poder entender qué es bueno para ti. Por ejemplo, te vas a comprar un chorizo y te cuesta un sol. Estás feliz con tu chorizo de sol, luego vienes a la clase y entiendes cómo se hace ese chorizo, el proceso. Entonces, nunca más vas a comprar ese chorizo porque sabes que hacerlo no cuesta un sol, que es prácticamente imposible.
Ahora, esto no necesariamente es para que tú lo hagas. Bestial si quieres, pero es para ser un consumidor informado, para generar un cambio. No vas a volver a comprar ese chorizo de a sol, y mucho menos, se lo vas a dar a tus hijos. Es una cadena, al final vas a buscar a un proveedor que realmente haga las cosas bien, se genera una dinámica comercial y surge un nuevo hacedor de chorizos artesanales. Mediante estos talleres, los niños, jóvenes y adultos educan su paladar.
Hay talleres para niños desde los dos años. ¿Desde tan temprano se puede empezar?
Claro, los recibimos desde los dos años, logrando así un impacto en su dieta, orientándola hacia lo saludable. Te pongo un ejemplo: ¿sabes lo que está pasando con los niños y el azúcar? Están consumiéndola desde una edad tan temprana que tenemos niños diabéticos. No hablamos de una diabetes hereditaria, sino de una adquirida por la dieta. Hay también bebés obesos por la dieta, pues las fórmulas tienen demasiada azúcar, desde ahí ya se crea una dependencia. Los adultos podemos consumir unas cinco o seis cucharaditas de azúcar al día para que nuestro páncreas empiece a trabajar con esfuerzo, ¿cuántas crees que debería recibir un niño? Ninguna.
La alimentación ha cambiado con el paso del tiempo y no necesariamente para bien. Los transgénicos, preservantes, químicos, entre otras sustancias, que podrían ser potencialmente dañinas, los encontramos en casi todos los insumos.
Sí, pero por ahí no vamos a ganar nada hasta que pasen unos 20 años y todos nos enfermemos. Es como estar en pro y contra de los transgénicos: no sabemos si nos hacen daño, pero lo que sí está probado es que afectan la biodiversidad porque se polinizan con semillas nativas haciendo que estas se pierdan. Además, al polinizarse con los cultivos próximos de otros campesinos, el vecino puede reclamar: “hey, esa semilla que estás usando tiene mi gen, y ese gen es mío, es mi propiedad intelectual. Por lo tanto, esa semilla ya no le pertenece”. Entonces, se genera un problema muy grande sobre la propiedad, la vida y las especies; más allá de si nos hacen daño o no, eso es suficientemente malo. El daño a la biodiversidad está probado.
Nosotros buscamos, dependiendo de si eres niño o grande, educar tu paladar de distintas maneras. Con los niños de dos años realizamos una sensibilización mediante los sentidos. La teoría es que la exposición continua (en este caso a hierbas, frutas, plantas, verduras) hace que se consuman más los alimentos a los que se está expuesto. Nosotros no los hacemos comer, los hacemos explorar. Queremos enseñarles a pensar, rescatar ese vínculo sensorial que se desarrollaba con los alimentos. Eso es algo fundamental para estos aprendizaje.
¿Algo así como cuando vamos al mercado?
Sí, aquel vínculo es único. En el mercado el trato es mucho más directo con el producto: lo tocas, lo escoges, lo pones en la balanza, lo hueles, ves si está maduro. Entonces empiezas a desarrollar otras habilidades alrededor de los alimentos, entiendes el cómo. Sabes que una papa no la tienes que oler, pero sí una piña y así sucesivamente. Los niños aprenden por imitación, si el niño te ve haciéndolo, lo va a replicar. Si lo llevas contigo al mercado, esas son las cosas que va a ir aprendiendo. Aquí los niños siembran y cosechan como parte de una exploración. En el interior, los más grandes descubren el valor del empleo de buenos insumos y así se le da movimiento a un engranaje que contagia a otros con su dinamismo. Pues cuando se tiene el conocimiento de que calidad es igual a salud, la cosa cambia, sobre todo ahora que se habla de comida saludable cuando aquello debería ser algo implícito.
EL DATO
En enero y febrero La Revolución lanza varios talleres para grandes y chicos. Incluso catas de cacao y un taller por San Valentín. Para mayores informes pueden visitar nuestra Agenda Trinchera aquí.
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