Escribe Rocío Heredia/ Fotos Amado Salón Rojas
Estos días fríos, de aún estar en “cuarentena” con la suerte de tener a mí mami en casa, puedo escuchar, conocer y aprender nuevas historias llenas de picardía, vivencias, recuerdos, pero, sobre todo de añoranza.
Le enseño unas fotos y me habla del lugar que la vio nacer y que extraña tanto, del lugar en el que cultiva las orquídeas y toda flor o planta que al caer en sus manos con cariño y sabiduría logra que brote vida de la nada, donde las gallinas ponen huevos mágicos con cáscara de color pastel; tierra que con su fuerza, apego y valentía le dio la oportunidad de ser la primera mujer en crear un área de conservación en Amazonas y a quien con solo escuchar su himno se le llega a humedecer su mirada de niña llenos de buenos momentos.
Doña Lola, es así como le dicen a mí mami, nació en Chachapoyas, capital del departamento de Amazonas, la ciudad que se quedó en el olvido, de la que se sabe poco y de la que varios no saben ni que existe. Me cuenta que de pequeña disfrutó y vivió la minga en la casa hacienda de sus padres. La minga, un concepto andino en la que un grupo de personas se junta para trabajar un objetivo común, generándose relaciones de reciprocidad y compromiso.
Llegaba a la hacienda, el líder, llamado mayoral, quien dirigía a los agregados, y un grupo de hombres y mujeres quienes realizaban el cultivo, desyerba y cosecha. Cantaban, lampeaban y tomaban aguardiente o guarapo mientras trabajaban. El dueño de casa hacía que maten una res, con la que cuatro mujeres del grupo preparaban el almuerzo y la cena, una consistente y abrigadora sopa de carne preparada en un perol, rebosante de papa, yuca, racacha y fideo, cocida en leña a fuego lento. Luego, un guiso condimentado con especería, una mezcla de ajo, azafrán cocido, sal, pimienta y comino molido en tayta, servido con bondadosas porciones de arroz.
A media noche tomaban café, cernido en una rústica bolsa de tela sujeta en un aro de alambre con asa, servían humitas o juane de yuca, luego de ello bailaban, reían y tomaban celebrando lo acontecido para luego descansar, las mujeres en el primer piso y los hombres en el segundo. Actualmente en la Jalca, provincia de Chachapoyas estás costumbres milenarias adoptadas de la época prehispánica han regresado para quedarse, para traer alimento, unión, alegría y esperanza. Ahora el grupo de trabajo está conformado por “ellas” mujeres valientes y guerreras que lideran, van caminando en fila, hilando, cantando juntas, acompañadas de un pequeño grupo de música compuesto por un tambor, antara y flauta, dispuestas a olvidar sus penas y despedir sus pérdidas, es ocasión de un día nuevo y festivo.
A la mañana siguiente llegan a sus casas llevando en su lliclla la cosecha que les ha regalado la naturaleza para ser compartida en familia y enseñan que no todo está perdido, que los caminos se cruzan, pero que al final siempre tenemos una salida. Finalizo de escribir y se lo leo a mi mami, ella me dice sonriendo que recuerda las arengas que escuchaba de niña desde su cuarto y hasta ahora le traen felicidad ¡que viva! ¡que viva! ¡que viva! ¡que la alegría nos da vida!
Etiquetas: minga, tradiciones, andes, colaboración, rocío heredia, fiestas patrias
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